Regreso al sacho

Dejaron la raspadera por la hormigonera en el momento en el que la construcción permitía salarios más altos y contratos continuos que facilitaban el crédito y la hipoteca. Con la estrepitosa caída del bloque, aquellos antiguos agricultores, más otros nuevos provenientes de otros sectores, están tocando sin mucho éxito en las puertas de fincas y granjas.

La Provincia, 16-11-2008

JUAN JOSÉ JIMÉNEZ

agricultor2«Jamás me había encontrado con esto. Más que un invernadero parece la oficina del paro». En la libreta que hace de lista de demandantes de trabajo, en una explotación de tomates del Sureste de 120 hectáreas, figura la retahíla de nombres: son 126 mujeres y 86 muchachos. «Algunos son tan niños», dice la encargada de apuntar, «que les he tenido que preguntar la edad. Un grupo de seis me vinieron asegurando que tenían 16 años, que habían que tenido que dejar los estudios para echar una mano en casa. Que se lo habían pedido sus padres».

A la empresa, que ocupa habitualmente a 350 personas, le harían falta unas 40 más. Pero las plagas, los retrasos en las ayudas de campaña y demás hecatombes de un sector primario prácticamente huérfano no ha podido amortiguar un fenómeno clásico en las crisis económicas, el de la vuelta al sacho. Durante la etapa de la vaca gorda el gran problema era conseguir mano de obra en el campo. Tanto fue así que se tenía que tirar de los inmigrantes. Ahora es al revés. «Vienen para lo que sea, para peón agrícola o de aparceros. O para limpiar. Son chóferes, albañiles, de todo».

Esa misma finca hasta la zafra pasada tenía una lista de unas 20 o como mucho 30 personas. «Me da pena. Se fueron tan contentos de la agricultura a la construcción para ganar más dinero y ahora vienen endeudados, hipotecados, embarbascados y con las orejas gachas». Según Roberto Góiriz, representante de la Federación de Exportadores de Productos Hortofrutícolas, sólo en Gran Canaria hay unos 1.500 parados esperando a entrar en algún invernadero de tomates.

SIN COLCHÓN

Tradicionalmente, explica, el sector primario ha actuado de colchón en situaciones parecidas, como la del 93. En aquel momento fueron absorbidos con éxito. Hoy no. El retraso de las subvenciones al transporte y la falta de crédito, así como la falta de una política potente del Gobierno de Canarias al sector ha ido retrayendo las áreas de cultivo. Muchos empresarios dejaron de plantar.

De ahí que Góiriz plantee la necesidad de transmitir al Ejecutivo que un sector agrícola fuerte y con apoyos, «sin regalar dinero sólo pagando en su momento lo estipulado y que no se entrega a tiempo, podría aliviar, y mucho, la actual demanda de trabajo, sobre todo si se tiene en cuenta que los que lo demandan son los naturales de la agricultura, que se habían ido a la construcción, como era lógico».

El atasco es calcado en la ganadería. José Manuel Ponce es el presidente de Fedegran, la federación de asociaciones de ganaderos de Gran Canaria. «Está viniendo gente a pedir trabajo en las granjas», dice Ponce mientras le da marcha atrás a un elevador.

Pero la situación financiera no da para contratar. Es más, ojalá pudiéramos salvar a los que están. Y es triste. Con un poquito de esfuerzo que hiciéramos nosotros, la administración y los consumidores podríamos crear puestos de trabajo». Ponce se baja de la carretilla y lanza el dardo: «La construcción tocó techo. No tenemos más territorio porque en los últimos 50 años nos hemos cargado la mitad del suelo de la Isla. Ahora tenemos que hacer de Canarias una tierra sostenible«.

Los números van cantando en boca del presidente. «Sólo producimos el 8 por ciento de la carne y la leche que consume el isleño. Y en agricultura el porcentaje sólo se eleva al 17 por ciento, imagínese el inmenso campo para crecer. Ah, pero se prima lo de fuera. Ese es nuestro drama porque con esos premios desorbitados a la importación nunca podremos crear riqueza». «Porque aquí», sentencia, «alguien se ha olvidado de que el sector primario es el primer eslabón del sistema económico, y no el último, que es como lo están tratando…».

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