Un recorrido de Mario Alonso para Canarias-7.
Osorio resiste al invasor
La Finca de Osorio es un ejemplo de integración, de convivencia, de tolerancia y de resistencia. En sus más de 200 hectáreas comparten cielo y tierra todo tipo de especies vegetales, autóctonas y foráneas. Es como el cofre del tesoro y su más preciada joya, el barranco en el que pervive la laurisilva.
Este pequeño reducto de lo que fue el bosque de Doramas ha logrado resistir, como la aldea de Ásterix el galo, «todavía y siempre al invasor». En este caso, los campamentos romanos son castañeros, olmos, robles, alcornoques, eucaliptos, ombús, araucarias, cipreses, pinos marítimos, álamos blancos…, especies en su mayoría caducifolias e importadas de lugares con climas continentales. La labor del Cabildo Insular de Gran Canaria desde la adquisición de la finca de Osorio en 1983 ha permitido, gracias a su política de repoblación, que las especies de laurisilva reconquisten el terreno perdido, es decir, toda la finca.
Donde mejor se respira el ambiente de lo que un día fue el bosque más extenso de Gran Canaria es en el pequeño Barranco del Laurel, al que se accede desde el albergue por diferentes veredas, una de ellas sale del coqueto jardín en el que se entremezclan magnolios, camelias, bojs y una rara especie de helecho arborescente procedente de Australia y coetáneo de los dinosaurios. El jardín, que tiene estancias para el café y para enfriar las bebidas, es otra de las joyas de la finca.
La entrada al bosque de laurisilva es una encrucijada de caminos, y amodo de hito, justo en su cabecera, se levanta un roble centenario. De la luz del claro que sirve de entrada, en cuestión de metros nos introducimos en una penumbra provocada por la altitud de los laureles, que en su búsqueda de la luz, forman un conjunto de troncos retorcidos que luchan por un rayo de sol. Las copas, situadas a unos ocho metros de altura, conforman una tupida capa que impide la entrada del calor. De la sensación de sofoco pasamos enminutos a la de frío. Es como si de repente entráramos en un lugar con aire acondicionado.
La temperatura desciende un par de grados, sensación que se multiplica por la humedad que reina en el interior del barranco. El microclima de la laurisilva funcionando a pleno rendimiento. El recorrido es corto, apenas un kilómetro hasta el final del barranco, que finaliza de manera abrupta, en una especie de caverna. El paisaje se repite de principio a fin. Sólo encontraremos laureles (no hay viñátigos, ni tilos ni barbusanos), firmes y nobles, espigados, rectos, con sus troncos negruzcos y su hoja jugosa, verde, perenne. Asociado a este hábitat, encontraremos otras especies, la laurisilva posee un rico sotobosque y también mucha fauna autóctona, alguna criatura propia en exclusiva del lugar, como la musaraña de Osorio. Y, por desgracia, más de una botella, envoltorios de papas, colillas…
Restos de un régimen feudal
Granjas. En el interior de la Finca de Osorio se siguen desarrollando una intensa actividad agrícola y ganadera. Varias granjas siguen explotando el suelo, fundamentalmente plantando papas. La mayor ía de las granjas están situadas en el borde de la zona boscosa, en la zona baja, aunque también hay alguna en a zona intermedia, en una especie de llanura que se ubica en la falda del pico, por encima de la laurisilva, como la casa de la popular Pinito.
Mayorazgo. El antiguo dueño de la Finca de Osorio, Adán del Castillo, hermano del Conde de la Vega Grande, gestionaba los terrenos como un patrimonio de fincas, que eran unidades de producción explotadas por una familia. Las fincas estaban conformadas por huertas, zona de monte, alpendres, vivienda (con horno), una cantidad de agua, frutales y animales. Cada unidad se cedía en régimen de arrendaturía o medianería. En el contrato siempre figuraba una cantidad de dinero y también productos agrícolas que pasaban a la despensa del dueño.
Herencias. Adán del Castillo accedió a la posesión de la finca gracias a su matrimonio con Dolores Manrique de Lara, que había heredado de su padre el mayorazgo.Como primeros propietarios aparecen, en 1511 y 1558, García de Ossorio y García de Vergara.
Cómo llegar
A media hora de la capital . La finca de Osorio se encuentra situada en el municipio de Teror, a unos dos kilómetros del centro histórico en la carretera que une la villa mariana con Arucas. En la actualidad, se está ampliando la zona de aparcamiento de la entrada. Desde ahí y hasta la casa-albergue, hay aproximadamente un kilómetro de caminata. También se puede hacer la ruta del Pico Osorio (969 metros), en los que se invierte cerca de dos horas (ida y vuelta).
3 cosas para no olvidarte
Buen equipo. Los caminos y veredas de Osorio exigen, comomínimo, un buen calzado. Si la intención es hacer la subida al Pico de Osorio, se recomienda, además, algo para proteger la cabeza (visera, sombrero o gorro). Tampoco está demás algo de abrigo, el tiempo allí es traicionero. En verano, además, habrá que proteger la piel del sol.
Prismáticos. Para los amantes de los animales, es un elemento indispensable, sobre todo para los que tienen interés por las aves, ya que en Osorio viven de manera permanente o puntual muchas especies diferentes. Aguilillas, pinzón vulgar, herrerillos, petirrojos, lechuzillas, cernícalos, mirlos… También es muy útil si nos decidimos por la ruta del Pico Osorio (969 metros), desde el que obtendremos, en un día de buena luz, magníficas vistas de la Isla.
Mapa. Aunque la finca tiene perfectamente delimitados los caminos, no está de más hacerse con uno de los planos que posee el Cabildo de Gran Canaria y el personal de la finca para evitar dar rodeos de los necesarios. Ahí están señalados los puntos más llamativos para el visitante y también los servicios de la finca.
5 cosas para no perderte
1. Bosque de castañeros. Algunos ejemplares tienen más de 100 años y muchos están muriendo de viejos. Tiene algunos caminos dignos de ser recorridos.
2. Paseo de los Robles. Justo antes de llegar al albergue. Muchos también son centenarios.
3.Parque de la Fuente. Es la zona recreativa, dotada de mesas y lugares para comer y cobijarse de la lluvia. Eso sí, está prohibido hacer fuego.
4. Jardín del albergue. Una maravilla. Carlos, su albacea, nos aconseja ir en primavera.
5. Los alpendres. Están cerca de la casa y hay un buen número de animales, desde vacas, bueyes, caballos y gallinas a cerdos canarios negros.
No son cerdos canarios negros. Más bien serán cochinos negros canarios. Ok?
¿Que les parece si una mínima parte del gran territorio de esta maravillosa finca se dedicara a una protectora de animales? De paso decir que cada lunes hay varios perros «perdidos» ,es decir, abandonados en realidad, en Osorio (sobre todo en verano) Yo me haría responsable. -pakybaez@hotmail.com–
Me ha parecido muy interesante y creo que nos aporta una gran información.