Barranco de Pino Gordo

por Adolfo Santana, periodista del Canarias-7.

Barranco de Pino Gordo: donde el silencio duele

10-3Cuenta las crónicas que este para íso, al que se accedía por veredas que desafiaban el vértigo, estuvo habitado antes de la conquista, cosa que confirman los enterramientos restos hallados a lo largo del barranco. Hoy sólo cuenta con un habitante y su belleza sigue siendo impresionante.

A el valle de Pino Gordo se puede acceder a través de senderos inverosímiles desde Tejeda, Artenara o La Aldea de San Nicolás. La manera más sencilla de llegar, sin embargo, es a través de uno de los dos túneles que traen el agua desde la presa de El Parralillo hasta los cultivos aldeanos. Acompañados por el único habitante que queda en la zona, Gustavo Rodríguez, giramos visita a un lugar donde afirman los visitantes que el silencio duele y se oye por la noche.

Gustavo Rodríguez, músico de vocación y componente del primer grupo que tuvo el malogrado timplista José Antonio Ramos, dedicado ahora a dirigir los medios de comunicación municipales de La Aldea, se cansó un día del bullicio, compró una casa en Pino Gordo y la ha ido reformando poco a poco, siguiendo estrictos criterios de sostenibilidad. A medida que él se asentaba, los últimos habitantes de Pino Gordo se iban yendo, siendo imitados por los de Vigaroe.

 

Día tras día acude a su trabajo y, cuando acaba, va a las reuniones de la Plataforma Más Nunca, que preside y día tras día, y a cualquier hora, atraviesa sobre las aguas del túnel para llegar a su casa. Afirma que no tiene miedo y uno puede observar la transformación que experimenta este hombre nada más atravesar el túnel y ver a lo lejos el hermoso barranco y el abandonado caserío. Habla con pasión de la zona y asegura que el poblado estuvo siempre dedicado a la agricultura y ganadería, afirmando algunos que incluso llegó a fabricar un buen vino procedente de una variedad de parra ya desaparecida.

 

Destaca que el barrio tuvo siempre fama por su fruta, cuyos aromas se olían desde la entrada al caserío. Allí se daban, y todavía se dan, higos, brevas, guayabos, albaricoques, almendras, ciruelas, naranjas, granadas y tunos, en fructífera convivencia con los productos de la huerta y los cereales. Todos estos productos los bajaban al pueblo a través de caminos y veredas hechos a lo largo de los altísimos riscos que jalonan el barranco y donde todavía juegan las cabras salvajes.

 

Por el barranco discurría el agua de año a año, aunque ahora sólo quedan charcones y una fuente que merma de día en día, sobre todo a raíz del incendio de 2007, que no entró en el valle de milagro. Los medianeros de Diego Cruz, que fuera alcalde de Tejeda, fueron los últimos en abandonar el valle. Gustavo ha decidido quedarse y sueña con que alguien haga algo para que este paraíso no muera y desaparezca.

 

La caída de los dos aviones

El caserío de Pino Gordo salió de su anonimato de siglos para saltar a la prensa nacional el día 11 de junio de 1959. Aquella ventosa mañana, según recuerda el cronista oficial de La Aldea, Francisco Suárez, dos aviones de combate North American T-6 Texan, pertenecientes al 363 escuadrón de las Fuerzas Aéreas del Ala Mixta número 36 de Gando, se hallaban en vuelo rasante por la cuenca de Tejeda. Dicen que pasaron tocando tierra por Artenara y hubo quien pronosticó que no iban a llegar a La Aldea. En el mismo punto donde confluyen los límites de Artenara, Tejeda y La Aldea, los dos aviones se desviaron hacia la izquierda y ascendieron en vuelo muy rasante por el barranco de Pino Gordo, justamente sobre su cauce. Cuando llegaron a las casas de Pino Gordo, intentaron ganar altura para salir en direcciones opuestas.

 

El aparato pilotado por el sargento Jaime Bugosa Roselló, se elevó, desviándose a todo motor hacia la derecha, en dirección a las laderas de Los Peñones y Abeló, en el municipio de La Aldea, mientras que el otro avión, pilotado por el teniente José Martín Benítez, lo hizo desde el barranco de Pino Gordo, por el lado de Tejeda, intentando salvar el paredón montañoso. Estuvo a punto de conseguirlo, pero la parte trasera de su aparato rozó en unas peñas y se estrelló en la ladera. El avión se incendió con el teniente dentro y volteó barranquillo abajo hasta llegar a unos ochometros del camino. El piloto murió carbonizado.

 

El aparato del sargento Bujosa Roselló se elevaba con problemas por la otra vertiente hasta que se vio obligado a pancear a unos dos kilómetros de Pino Gordo, en las laderas de Abeló, quedando el aparato boca abajo, saliendo el piloto vivo tras recibir la ayuda del labrador Manuel Afonso Montesdeoca, que se hallaba casualmente de siega en aquel abrupto paraje y cortó las ligaduras que ataban al paracaídas de Bujosa Roselló al aparato en llamas. Francisco Suárez y otros han recogido testimonios de personas que fueron testigos de aquel accidente que tuvo una enorme repercusión mediática en la época, cosa que no ocurrió con el despliegue del Ejército para recuperar los restos de los dos aviones.

 

Detalles

Por el túnel chico. De los dos túneles que conducen el agua de Parrallilo hasta La Aldea, el que se inicia en Morro Salado y llega a Pino Gordo, es el más corto, con 150 metros de longitud y apenas dos de altura. El otro tiene 1.800 metros y tiene cerrado el acceso. Por el primero pasamos con Gustavo Rodríguez y su carretilla.

 

Imaginación. Para los últimos habitantes de Pino Gordo, el tener que aprovionarse a través del túnel, en la carretilla, y luego seguir con carretones hasta las entaliscadas viviendas, suponía un duro esfuerzo. Pusieron la imaginación a trabajar y surgieron dos teleféricos. Uno de ellos, el de Gustavo, funciona todavía. A través de él sube todo lo necesario para atender sus necesidades vitales y las de sus animales.

 

Sócrates. En el paradisíaco valle, cuando no está Gustavo, el único vigilante que queda es Sócrates., un burro jovencito al que las visitas tienen acostumbrado a golosinas, por lo que acosa a todo el que llegue por la zona buscando algo, aunque sean, como en este caso, manises salados. Aparte del pollino, con el que conversa, Gustavo tiene una cabaña compuesta por nueve gallinas, ovejas. cabras y dos patos.

 

Información complementaria

Cómo llegar

Desde tres municipios. Se puede acceder a él a través de los municipios de Artenara, Tejeda y La Aldea, por senderos, algunos en regular estado. Nosotros partimos desde Acusa, por la ruta de las presas, parando sobre la de El Parralillo, para observar parte del agua que luego pisaríamos en el túnel.

 

No olvides llevar

Botas de agua.Aparte de los elementos propios que requiere una excursión de este tipo, para llegar a Pino Gordo es imprescindible llevar botas de agua si se quiere entrar por el túnel pequeño que parte desde La Aldea hasta la zona de Tejeda. En tiempo de zafra, ni las botas sirven para cruzarlo.

 

 Prismáticos. Una vez superado el túnel y caminando sobre el canal cubierto que conduce al segundo, se puede observar en los farallones del barranco la presencia de ganado guanil. Con unos prismáticos se pueden ver a las madres engarapetadas con las crías en los solapones.

 

Útiles de escalada. En los riscos que dan a la parte de La Aldea y en Los Charcos, ya dentro del barranco, se pueden observar restos de la costumbre aborigen de jugar a ver quien ponía el palo más alto. Parece ser que algunos estudiosos han registrado esta desconocida costumbre aborigen.

 

Bañador y toalla. Por el barranco de Pino Gordo discurría el agua durante todo el año. Ahora quedan unos charcones donde el visitante puede aliviarse del calor, eso sí, teniendo en cuenta que ahí está la supervivencia de los habitantes que quedan, de los caminantes y del ganado.

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